Exposición temporal

El horizonte se define como la línea visual donde concurren el cielo y la superficie del Globo, comprendiendo este último espacio las zonas cubiertas por tierra o por agua. Por su singular condición, el horizonte tiene la cualidad de rodearnos, de estar presente cuando oteamos, ya fuere a escasos metros o a cientos de kilómetros de nuestra posición; pero, eso sí, siempre se encuentra allá donde dirijamos la vista. El horizonte siempre caracterizó la historia de Canarias, pues desde dicho espacio arribaron a este archipiélago atlántico, entre otras, las naves que trajeron a sus antiguos pobladores, las de los conquistadores y colonos que las ocuparon, las pertenecientes a piratas y corsarios que las hostigaron y saquearon, las que utilizaron los emigrantes para buscar un futuro más prometedor; y, en definitiva, las humeantes embarcaciones que las sacaron de un aislamiento sistémico, comunicándolas entre sí y con otros territorios allende el océano con una frecuencia y celeridad hasta entonces desconocidas. En 1912, la puesta en servicio del Correíllo La Palma y los cinco vapores que conformaron su flota original transformaron sustancialmente el modo de vida de la población insular y, por extensión, el paisaje marítimo por donde discurrieron. Desde entonces, los lejanos horizontes se hicieron más accesibles y los penachos humeantes que se vislumbraban en alta mar preconizaron «la llegada del progreso».